jueves, 11 de agosto de 2011

Reflexiones desde el margen # 21

La tecla

Veo seres dorados, de alas blancas, creados por artesana mano divina, uno a uno. Todos distintos, todos iguales, todos hechos del fuego que late en el corazón de galaxias lejanas preñadas de estrellas, todos de naturaleza aérea, de caminos anchos e infinitos...
… y todos a ras de tierra, con las alas plegadas, el fulgor de la piel apagado, apiñados, sin conciencia del otro, sordos, sin saber qué es aquello que son, viviendo pequeñitas vidas como cabeza de alfiler.
¿Cómo despertarlos, cómo elevar la voz, cómo atronar la Tierra para que alzen la mirada, para que caiga el velo de los ojos?
No existe tecla alguna que pulsar para producir el despertar... quizá tan sólo quede... amarlos.

Amemos, mientras observamos el vuelo de las hojas otoñales.

domingo, 19 de junio de 2011

Reflexiones desde el margen # 20


Los límites. La vida fragmentada

No suelo releer lo que escribo, más allá del simple mantenimiento de una mínima higiene gramatical y de estilo. Sobre el papel queda. Perdón, eso era antes (discúlpese el desliz nostálgico... ). Sobre "la nube" de bits queda, quiero decir.

No me importa mucho la forma, el continente. Me quedo con la espontaneidad y la, si se me permite, visceralidad... Es decir, una tendencia a navegar al pairo, de forma contemplativa, aunque con las velas desplegadas, preparado para recibir buen viento... Un cierto automatismo, en alguna medida "vegetativo", con centros de decisión autónomos, sin conexiones con la consciencia y la voluntad. Una forma de escribir, yo diría, que "intestinal", "pancreática". Es, quizás, una táctica para rodear y escapar silenciosamente del control de la voluntad consciente, controladora, censora, policial, del ego, para poder navegar libre.

Esta vez, sin embargo, sí he leído algo de lo dejado escrito, desde que abrí esta suerte de "espita" del caos interior, que es este humilde blog. Lo que he encontrado es cierta tendencia a la oscuridad, al peligroso buceo de profundidad, donde el amparo del aire libre y de la luminosidad no están aseguradas, donde el suelo es apenas perceptible y el cómodo y familiar mundo cartesiano de arriba-abajo, izquierda-derecha no existe.

Una querencia a la aventura extrema, sin garantías, a la búsqueda de lo desconocido, de monstruos de múltiples rostros, de demonios de ojos fríos, de ángeles disfrazados, de mensajes indescifrables, de pistas contradictorias. La búsqueda de los límites, como los montañeros de los ochomiles, sin comodidades, sin facilidades, sin oxígeno, sin miedo al miedo.

Las extremas profundidades, las extremas alturas. Los límites se tocan misteriosamente.

Algo vive allí, en los extremos, en las zonas inhóspitas. Eso, ello, está conectado a nosotros, a nuestra apacible y controlada existencia en la superficie. Es parte de nosotros, pero lo queremos lejos de nosotros. Eso, ello, habita en zonas tan profundas, que es común a todos, nos hace iguales desde abajo.

Si en un viaje a lo profundo lo intuimos, y nos llevamos su impronta (inefable) con nosotros, hacia arriba, donde la fresca brisa acaricia nuestros rostros, donde el sol calienta nuestra piel, podemos ver al otro, al desconocido, al anónimo, y decir, desde lo profundo... -hola! Te conozco. Eres como yo y yo soy como tú. Toda diferencia entre nosotros no importa más que un segundo en toda una vida-

Conocer las profundidades y sus secretos es conocernos a nosotros mismos.

El viajero de las profundidades, al final, quizás descubra que no hay un cálido arriba y un oscuro abajo, que todo es escenario engañoso y puesta en escena de la conciencia, que todo es fragmentación.

Desde abajo, donde no es posible la existencia del engaño, miramos hacia arriba y vemos seres fragmentados, el “sí mismo” se encuentra fisurado en múltiples piezas desconexas entre sí, autónomas, incluso enfrentadas: el ser de vida segura y luminosa esconde oscuras y profundas fisuras, vive diferentes vidas, cada una pequeñita, esclerótica. Un yo para la vida-trabajo, otro yo distinto para la vida-familia, otro para el yo-amigos, otro distinto para el yo-para-mí. Ningún yo para el universo, para la eternidad, para las profundidades insondables donde descansan llaves de conocimiento

La vida compartimentada en celdas estancas e impermeables.

Buceemos sin miedo, busquemos los límites, la manera de encontrar la unidad, una sóla vida, una gran conciencia, más allá de lo individual, pero con autoconocimiento, más allá de lo colectivo, pero todos juntos... hacia lo más alto, desde lo más profundo, hacia las estrellas.

sábado, 7 de mayo de 2011

Reflexiones desde el margen # 19

Honor y dignidad

Absolutamente desaparecido el primero, retorcida y corrompida la segunda.
Los diccionarios ofrecen definiciones insuficientes de conceptos tan sutiles.
El honor es un estado vital. En él se encuentra aquél que vive en el instante, cada instante, sobre la cuerda floja de la rebeldía al engaño. A cualquier engaño. Al pequeño y al grande, al trascendente y al intrascendente, al ajeno y, sobre todo, al propio... Es una forja continua, al calor flamígero de la rebeldía, sobre el yunque de la libertad -siempre presente, absolutamente inevitable-, con el martillo de la voluntad. Así el espíritu toma forma, se convierte en ligero y fuerte, aprende a vivir con los sentidos afilados como una espada, inmune a las tentaciones continuas de lo fácil, lo cómodo. Es más fácil y cómodo mentir, que decir la verdad; golpear, que abrazar; aborrecer, que sentir al otro como si fuera uno mismo; escarnecer, que curar heridas... Es más fácil y cómodo ver la fealdad en el otro que en el espejo; culpar al otro en vez de observar nuestras faltas; inventarse al otro, que esforzarse por buscar su realidad; ver pequeños hombres en los demás, y considerarse uno un gigante; alimentar el monstruo de la vanidad devorando al prójimo... Es más fácil y cómoda la soberbia, en vez de la humildad -el vanidoso quiere ser más que el otro, el soberbio es más que el otro-; envidiar que regalar alegría... Es más fácil y cómodo dejarse atrapar por el miedo, que vivir al margen de él; más fácil tenerle miedo a la muerte -un miedo interiorizado, fuente infinita de engaño-, que aceptarla como a la luz del día...
El que escoge este camino, destensa los músculos, convierte la lucha en música, el sacrificio en bálsamo. Consigue acallar la mente, ese bla-bla-bla hipnotizador y mortecino. Es el camino de la caridad y piedad occidentales, o la compasión oriental -variaciones de lo mismo-, del amor.
Este es el bosquejo, a mi humilde juicio, del hombre con honor. Es la única forma de vivir con dignidad. La dignidad es la consecuencia de la fuerza que rodea al hombre honorable. No es un derecho, es una actitud, es una forma de ser-estar. Es inevitable. Como es inevitable sonreír en la alegría. El hombre con honor no escoge ser digno, es digno, y ésto es algo que no es atribuible desde el exterior, no es un premio, es una emergencia desde el interior, que se aprecia desde el exterior.
El honor y, por ende, la dignidad no son derechos innatos, sino adquiridos, fruto de decisiones voluntarias.
El bellísimo artículo primero de la declaración universal de derechos humanos conviene leerse desde cierta perspectiva. Joseph Mengele no nació con honor y dignidad, ni lo contrario. Era, como todos los recién nacidos, un maravilloso milagro, todo potencialidad, impoluto e inocente de actos. Más tarde, a lo largo de su vida, decidió vivir sin honor y, por tanto, sin dignidad.
Desconfianza de los caminos fáciles, es débil el candil que ilumina el sendero.
Y, mientras tanto, miramos hacia arriba, y vemos la belleza de la arboleda desnuda, sobre una densa alfombra de fragantes hojas otoñales.

lunes, 25 de abril de 2011

Reflexiones desde el margen # 18

Oír, escuchar, entender

Sólo palabras, cáscaras, pieles usadas por cientos de millones, máscaras. Oímos mal, escuchamos peor, no entendemos nada. Mejor dicho, no oímos a nadie, no escuchamos a nadie, no entendemos a nadie. Oímos y escuchamos espejismos, entendemos "luz de gas".
¿Cómo llegar al otro? ¿Cómo entenderlo? ¿Cómo obrar el prodigio?
Alguien habla y otro oye, incluso con atención, es decir, escucha... ¿y cuál es el resultado del proceso? Absolutamente nada.
El acceso al otro está bloqueado. Es imposible. Queremos hacerlo, la mayoría deseamos hacerlo.
Creemos entender al prójimo, conocerlo mediante lo que nos dice, mediante lo que vemos que hace, mediante la información que otros nos proporcionan. Otros a quienes, a su vez, creemos entenderles mediante lo que nos dicen, lo que vemos que hacen… Así construimos personajes, uno tras otro, hablamos con ellos, ellos nos hablan a los personajes que somos, a su vez, nosotros…
Montones de personajes imaginarios, miles, millones, accionando, incidiendo unos sobre otros, sobre las bases de conocimientos ficticios. Realidad y ficción fundidas en una mezcla onírica, adulterada, impostora. Guiones improvisados, hojas de guión que interpretamos mientras vamos quemando, párrafos que quedan en el olvido.

¿Por qué sucede ésto?
¿Por qué vemos tan lejos personas que están tan cerca?
¿Por qué es tan difícil comprender al otro?

Quizá preguntas equivocadas
Quizá uno debiera preguntarse quién es el otro
Quizá uno debiera empezar preguntándose quién es uno, o, mejor dicho, qué es uno

Errores tras errores, preguntas erróneas unas tras otras, nos llevan a complicadas, enredadas e intrincadas obras teatrales carentes de guión, nos convierten en personajes huérfanos de autor, ciegos y sordos, palpándonos los unos a los otros, interpretando sin conocimiento, sin discernimiento ni raciocinio. Creemos creer que creemos saber que debemos golpear, y golpeamos al otro, que recibirá el golpe y actuará según lo que el azar escriba en la blancura provisional de su guión de renglones mezclados.

Ese es nuestro aparato cognoscitivo, nuestro libreto, leído por un ciego, interpretado por un sordo, declamado por un mudo. Eso sí, con estas herramientas, con estos imperfectos útiles, elaboramos fiables juicios sumarísimos, con los que redactamos graníticas e inapelables sentencias, y golpeamos… o amamos desde la lejanía, con un amor de papel, con latidos descompasados, sin música, sin armonía…

Quizá no vemos, oímos ni entendemos en los demás nada que no provenga de nosotros mismos, de nuestro propio guión. Toda información proveniente del exterior, del otro, es transformada en módulos, estructuras propias, adecuadas a nuestra necesidad, a nuestros latidos, a nuestros particulares flujos, a nuestra historia, desapareciendo absolutamente en el proceso toda conexión con la fuente original, el prójimo, el próximo. El resultado final es un conocimiento falso y despojado de verdad. Por ello no es posible la experiencia directa del otro. Estamos demasiado llenos de nosotros mismos para que quepa un solo aliento hermano, ni un nanogramo que no sea yo y más yo. Los llamamos “los demás”, pero no son más que elaboraciones propias, construidas utilizando piezas usadas, mil veces usadas, materiales de segunda mano.

EL OTRO, POR TODO ÉSTO, NO EXISTE.

El único camino para conocer al otro, PARA DARLE VIDA Y EXISTENCIA es experimentarlo, vivirlo, directamente, sin mediaciones. Y ésto sólo es posible si nos vaciamos de nosotros mismos. Sólo si vaciamos nuestra alma, si perdemos el miedo al vacío, a la desnudez, al desabrigo. Sólo así, quizá, podremos encontrar la puerta de entrada a la infinita sala de los prodigios. Sólo así, tal vez, vislumbremos el cáliz, la tierra prometida, la luz clara y cristalina… la comunión con el amigo, con el enemigo, con el desconocido... comunión profunda, abisal, verdadera: sin instrumentos, sin traducciones... gotas de agua que se unen en el fondo del mar...

Dejemos nuestros desvanes limpios como patenas, abramos puertas, postigos, ventanas... respiremos profundamente y demos camino libre a la intuición.

La grandeza del alma es inversamente proporcional a su tamaño

Démonos prisa porque, fijaos, las hojas, ya perdido su verdor, ya cobrizas, caen y caen, y los árboles dejan ver su desnudez…

martes, 12 de abril de 2011

Reflexiones desde el margen # 17

Añoranza...

Añoranza por lo perdido, en algún lugar del laberinto, del camino enmarañado, en alguna revuelta del vórtice cada vez más encerrado en sí mismo. Lo vivido por lo soñado. Lo soñado por lo sentido. Lo sentido por lo olvidado. Lo olvidado por lo vivido. La arena se escapa entre los dedos, sin poder atrapar destellos preciosos que sólo se vislumbran en su caída. Sinestesias del alma, sutiles, inefables, inasibles. Mensajes desde lo hondo como fumarolas submarinas, crípticos, herméticos.
Perdida la fluidez, la inmediatez, perdido el espíritu ancho y blando, calmado, silencioso, aéreo, susurrador, armónico, completo.
Hecho de menos esos hombres que fui, los niños que fui, y uno desea recuperarlos, rescatarlos del tedio, de la abulia, de la cobarde inercia, del olvido, del polvo. En algún lugar respiran en un sueño escindido, en algún cajón de vidrios rotos, entre reflejos incompletos. Todos ellos son lo que es que soy.
Reencontrarlos, dejarse inundar por su dulce álito. Hacer desaparecer la fractura y volver a ser sólo uno. Entonces podremos inmunizarnos borrando nombres, pronombres, palabras, señales identificativas, flechas, caminos. Volver a ser aire en el aire.

domingo, 3 de abril de 2011

Reflexiones desde el margen # 16

Tal vez…

Tal vez…
Tal vez quise decir que sí, cuando dije que no…
Tal vez quise decir ¡adelante!, cuando callé…
Tal vez quise mirarte a los ojos, cuando miré al horizonte…
Tal vez quise rozarte la piel, cuando guardé mis manos en los bolsillos…
Tal vez quise sangrar por tí, cuando tú sangrabas…
Tal vez quise ayudarte a iluminar la senda, cuando querías encontrar tu propio camino…
Tal vez quise callar, cuando necesitabas silencio…
Tal vez quise correr hacia tí, cuando me quedé quieto…
Tal vez quise susurrarte al oído, cuando grité…
Tal vez quise regalarte mi tiempo, cuando lo usaba sólo para mí…
Tal vez quise mirar mis culpas, cuando miraba sólo las tuyas…
Tal vez quise ser justo, cuando te exigía justicia…
Tal vez quise regalarte mi mirada, cuando miré hacia otro lado…
Tal vez quise morir por tí, cuando sólo vivía para mí…
Tal vez quise estallar en llamas, cuando necesitabas calor…
Tal vez…
Tal vez un tal vez sea un siempre
Tal vez un siempre sea un ahora
Tal vez… no tenga ya más sentido decir tal vez…

lunes, 28 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 15

Lo haré mañana...


Postergar: Lo haré mañana. Mañana lo conseguiré. Cuando se den las condiciones adecuadas será el gran momento. Confeccionaremos por supuesto un completísimo y ordenado sumario de condiciones necesarias, clasificadas por prioridades.
Mañana o dentro de tres meses, o tres años –mejor proponerse metas lo más lejanas posibles, aconsejable-.
Mañana.
Hoy no.
Hoy no se dan las condiciones.
Y el gran prestidigitador, el mentiroso que tenemos dentro, el que llamamos yo mismo, sigue actuando, haciendo trucos y juegos de magia consigo, para engañar a su propio público, inventándose el tiempo, convirtiéndolo en carcelero, susurrándonos sonidos como "mañana", "no", "desconfía", "miente", "eres inocente", "tú eres mejor", "grita tú más"... 
El gran prestidigitador es el gran mentiroso, el gran perezoso, y sobre todo el gran miedoso. Qué miedo de los otros prestidigitadores. El miedo se convierte en envidia, la envidia en juicio, el juicio en sentencia, la sentencia en golpe, o en otro truco, que provocará en el prestidigitador objeto/prójimo y próximo un arrebato en forma de envidia, la envidia se convertirá en juicio, el juicio en sentencia...
Pero no importa que estar atrapado entre tanto truco cree un poso fangoso bajo el agua cristalina de la conciencia, un ruido de fondo siempre presente, la angustia, soterrada, activa, la sorda sensación, casi táctil, de no tener salida. Cuánta angustia. Se respira en el aire. Rodea a la gente como un gas cálido y denso. Es agotador ver semejante espectáculo, y poder sólo constatarlo, documentarlo.

No importa, digo, porque siempre queda el mañana.

Tengo que hacer planes para mañana, por que, claro, entendedme, hoy no se dan las condiciones.

Notita al final: rebeldía lúcida, dignidad desnuda, creatividad, honor, cierta mística... recetas contra la inacción y la cobarde inercia. Ya hablaremos de ello, porque...
...miradlas, las hojas de Otoño siguen cayendo... alfombrando el suelo de cobre y oro...

jueves, 17 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 14

Libertad y rebeldía

El hombre, malparido por el universo, producto de él, fracturado de él, gestado en su infinito vientre multíparo, hecho del mismo barro vacío que las estrellas, retorciéndose palpitantes en la oscuridad impenetrable de su naturaleza las mismas causalidades originarias... es un ser caído y abandonado a su propia mismidad, a la materialidad impúdicamente consciente, absorta y pasmada, condenado a ser libre, doliente de libertad, sangrándole la libertad como una herida de guerra. No hay escape a la libertad, ella es el hombre, y ella es la consecuencia de la aparición de la conciencia, de la débil luminaria ante el cáliz. Perdido en el mundo, vive el hombre a la interperie, al pairo (ya he hablado de ello antes, por ahí). Imágenes, dioses, mundos cálidos y seguros en los que guarecerse, donde encontrar brújulas que prometen rumbos fijos, finales felices... son imágenes soñadas, espejismos de frescos y verdes oasis en el desierto. "Estar aquí" y la libertad, son el alfa y el omega; después, y sólo después, en forma de derivada, viene todo lo demás: la angustia lacerante, moneda de cambio corriente en todo el orbe, angustia opresora ante el desamparo de la intuición inefable, angustia creativa, angustia sublimada en obras de arte eternas, en poesía inmortal, angustia destructora, angustia hacedora de dioses abrazados por cientos de millones; la huida cobarde, la pobre huida, la huida del herido y tambaleante, la huida del actor moribundo; el engaño, el ardid seductor del mundo falso, a medida, la argucia tramposa de la promesa, la falsa vida; el miedo seco, amargo, el miedo a la desaparición, al olvido, a la ausencia, a la soledad, al dolor, a la libertad, a "estar aquí"; la debilidad, la maligna debilidad, fuente de todos los actos execrables, dañinos a nuestros semejantes;.... la rebeldía sagrada, rebeldía grande, rebeldía valiente, rebeldía digna... fuerza humana, trágicamente humana de mantenerse en pie y erguidos en el páramo ventoso, única forma de preñarnos de amor, fuerza vital que nos convierte en guerreros, en soldados que enarbolan la lucha como principio de vida, en motor de los actos, en estar aquí y querer estar aquí, en saberlo, desnudando el pecho y enfrentándolo al viento, bien anclados los pies en el polvo del suelo. Rebeldes al engaño, al miedo, a la huida, a la angustia cegadora, a la maldad del cobarde, a la debilidad del injusto, manteniéndonos despiertos y alertas... mientras la pequeña luminaria nos ayuda a intuir lo que las palabras no pueden controlar...

martes, 15 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 13

Niñas y ancianas

La luz oblicua del sol, tímida aún, sólo tibia, jugueteaba con mi rostro esta mañana, en la esquina del salón de la cafetería, tamizado por los cristales de colores del ventanal contiguo, calentando con lentitud mi piel, apacigüando mi espíritu, dulcificándolo, aquietándolo hasta el nivel del silencio, donde los colores son más brillantes, los sonidos viajeros más cristalinos, las cosas y las personas más presentes, la sensación de pertenencia al mundo más palpable; ese estado en que las barreras entre el mundo y uno mismo se desvanecen con docilidad, sin lucha, sintiéndote como soplo de aire en el aire.
La vista, sin dueño, se posaba ora en el café, ora en el libro sobre mis manos; la mente volátil...
Entre los bailarines y caprichosos sonidos de la cafetería, comenzó a cobrar corporeidad las voces de una reunión de personas cerca de mí, hasta el punto de empezar a funcionar de forma automática el aparato cognoscitivo anexo, postizo, que todos llevamos encima, traduciendo en mensaje, en comunicación, los bellos sonidos de sus voces. De espaldas a las voces, entendí que se trataba de un grupo de ancianas, no menos de 6 ó 7. Un indiscreto y tramposo vistazo fugaz al espejo de la columna desveló sus realidades. En efecto, la más joven tendría no menos de 75. La más anciana, encorvada en su silla de ruedas, los ojos clavados en las demás, una sonrisa microscópica en sus comisuras, ni imagino la edad que podría llegar a tener. Organizaban una próxima cena. Reunirían a nietos, biznietos, hijos, cuñadas y yernos. Los ojos de todas ellas ardían de alegría, de energía, de expectación, de promesa. Todas participaban con absoluta entrega y compromiso. La más anciana presidiría la mesa, todos los roles y papeles distribuidos y ordenados, la compra ya hecha, el menú preparado... Unidas por su pasado, por su presente, por la inmensa densidad vital en la que estaban sumergidas, por un mismo latir de sus corazones.
Les arrebataba miradas ladronas a través del espejo, y veía a niñas de colegio, organizando una fiesta, con la fuerza nuclear de la inmortalidad sobre sus cabezas. Las niñas se convertían en adultas compartiendo pequeños y profundos secretos de mujer, en ancianas, en niñas otra vez. Y cuando ya no fueran tal cual son ahora, dentro de millones de millones de años, las veía en el interior de nuevos soles, para ser, de nuevo, quién sabe dónde ni cuándo, ahora quizás, aquellas niñas del hambre.
No pude aguantar más, me atrapó el miedo a no tener miedo, y me levanté.
Al pasar al lado de ellas, la más anciana de todas, desde el mundo torcido de su ya rígida cabeza ladeada, me miró con la mirada del mar profundo, y la sonrisa microscópica de las comisuras de los labios floreció en sonrisa franca, para mí, sólo para mí.

Benditas sean.

Bellas hojas de otoño que vuelan para nosotros, regalándonos su luz dorada.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 12

Miércoles de ceniza


Memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris...”

Dinamitemos la gramática:

Antes de nacer fui polvo. Después de morir seré polvo de nuevo.


Antes de nacer soy polvo. Después de morir soy polvo de nuevo.


Antes de nacer es polvo. Después de morir, es polvo de nuevo.


Antesahoradespués es polvo. Antesahoradespués es polvo de nuevo.

Gramática sin yo, aproximaciones al origen.

El polvo, organizado en conciencia, creado por el cosmos, observa al cosmos. El cosmos se observa a sí mismo, bromea consigo mismo. El cosmos, (“lo que hay, en vez de no haber”), se reinventa en raras concreciones, se hace carne y sentidos... a través de los cuales se multiplica infinitesimalmente, se fractura en infinitos trozos (que se extrañan entre ellos, que se preguntan de dónde vienen y a dónde se dirigen), para reencontrase, para reconstruirse, en un juego circular, sin bordes, sin centro. El cosmos juega con el cosmos.
Dónde está la muerte en todo ésto. Dónde está el nacimiento en todo ésto. Parece una broma.

domingo, 6 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 11

La huida, la fisura, el regreso al origen

Hay muchas maneras de no vivir, una es la huida, la huida a la vida de otro. Otra, más sutil, es la metamorfosis: convertirme en otro. Muchos, así, se convierten en nómadas de vidas ajenas, o en soñadores de otras vidas. Lo contrario tampoco es escaso: adoradores del tótem del ego, azuzadores del fuego que funde el oro con el que se creará el becerro, ídolo que vivirá por mí. A cambio exige poca cosa, escaso vasallaje: lucha sin cuartel a ídolos vecinos, así como la voladura de todo acceso a una vida nueva, con nuevos sentidos.
Egolatría, huida, variaciones de la misma melodía, sólo instrumentos distintos. La era del yo.
Es conveniente ser sensible a ésto. Estamos continuamente manipulados por una criatura de la evolución natural que llamamos yo. Nos inflige sutil tortura y es fuente de angustia y engaño. Su única función, en el pasado, fue la lucha por la supervivencia. Hoy, sus restos han adquirido autonomía y sólo sirven a su propia permanencia, a su hegemonía. Se ha arraigado en su propio caldo de cultivo, cobrando fuerzas nuevas y siendo el artífice de todas las vidas, solitarias, absolutamente incomunicadas.
Pero, ojo, los trucos que componen el núcleo operativo del “yo mismo” son inagotables. Intenta combatirlo, y lo harás más fuerte. Intenta engañarlo, y lo harás más fuerte. Intenta obviarlo, y lo engordarás. Intenta desconectarlo, y oirás risas lejanas en algún recóndito lugar de tu cerebro. Finge desinterés y estarás aún más atrapado. Decía Watts que luchar contra él era como intentar elevarse tirando de los cordones de tus propios zapatos. Ingenioso Watts.
Y es que el ego es como mi apéndice cecal. Supongo que en algún momento de la evolución de nuestra especie habría tenido alguna importancia estratégica en la defensa inmunitaria desde el tracto digestivo. Hoy sólo es una molesta fuente de problemas.
Existe una identidad más allá del ego, quizás muchas identidades, quizás algo que va mucho más allá de lo que entendemos por identidad, una existencia nueva, una nueva comunicación solidaria entre todos. La superación de diferencias por la simple constatación que somos lo mismo. Punto de partida: son mucho más numerosas las semejanzas que las diferencias entre todos nosotros. Las diferentes culturas son variaciones de un mismo fenómeno previo a todas ellas y, por supuesto, común. Esto es lo que me hermana con un nepalés, un mongol, un nigeriano, o con el vecino de la puerta de al lado. No significa ello, sin embargo, alguna forma de clonaje. No somos clones. Somos variaciones, algunas de ellas excepcionales –piénsese en Bach, Jesús, Buda, Cervantes- de lo mismo, es decir, la diversidad dentro de la unidad, o al contrario, como se desee. En el interior de cualquiera de nosotros dormitan los mismos resortes que hicieron levitar a Santa Teresa, o llevaron a la cruz a Jesús de Nazaret (con toda la humanidad doliente en su corazón).

La auténtica globalización, la que está aún por venir, nacerá de una mirada nueva: mirar como mira un niño pequeño, sin conceptos previos, sin palabras previas. Conceptos, palabras, pequeñas cárceles para la experiencia. Un niño mira y vive, al mismo tiempo, sin fisura entre la experiencia y lo experimentado. Cada vez que mira la luna no ve “la luna”, sino una luna nueva, una experiencia nueva, recién nacida, bullendo, por tanto, emoción y sorpresa sin límites. Cuando crecemos separamos la experiencia de lo experimentado, y aparece el yo, el gran divisor,  el gran prestidigitador, sacando de su chistera conceptos, medidas, que son las que vivirán por nosotros, creando un telón de fondo hecho de palabras, imágenes prefabricadas y nos dirá: “ahí tenéis el mundo, no miréis detrás, lo que hay detrás no os conviene”. Y nos dirá: “ahí tenéis vuestro público, actuad”. Ese es el momento de la aparición de la angustia, moneda de cambio común en occidente, del miedo a no tener miedo, del apego a lo pequeño, de la dependencia, de los pequeños amores y grandes odios…

Vivan los poetas verdaderos, seres extraños que, usando las palabras, entre ellas, a pesar de ellas, hacen desaparecer la fractura esquizoide que tenemos todos en nuestras almas escindidas, acercándonos un poquito al olvidado origen, donde éramos completos, donde todo era, cada vez, nuevo. Los poetas nos enseñan a despertar a una nueva conciencia. Son los únicos que pueden preguntarse con verdadera perplejidad “¿quién es el poeta?”. Es entonces cuando el telón empieza a transparentarse, cuando las tablas del escenario, que parecían rígidas, se tornan blandas, cuando las luces de los focos se gelatinizan, cuando el público se desenfoca, cuando el actor deja de serlo… para ver con ojos nuevos, con ojos de niño, con ojos de hombre antiguo. La poesía nace y, con ella, todos nos redimimos un poco. El poeta mientras tanto, clavado en la cruz, dibuja una imperceptible sonrisa en la comisura de su boca.

Dejémonos llevar por los poetas, por lo absolutamente imprevisible, sorprendente, arriesguémonos a no tener miedo, y despertemos a una nueva conciencia. Pero no nos olvidemos que despertaremos entre dormidos, cada uno con sus pesadillas.
Y alerta. Hay mucho que sueña que sueña haber despertado.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 10

La intemperie

Vivir a la intemperie, difícil, inevitable para algunos, desde luego para mí.
Vivir sin protección, me he resignado, no  quiero vivir de otra manera, no sé vivir de otra forma, qué le voy a hacer. Condenación continua, salvación continua.
Vivir sin parapetos.


Automatismos, otra vez funcionando el piloto automático de las emociones, de la actividad cerebral. Es fácil acabar en esta situación pensando que la culpa de todo lo que nos sucede no es de ningún modo nuestra, sino del entorno, del vecino, del tiempo, de la mala suerte, de la “coyuntura”. No funciona el dispositivo multiespecular que todo lo relativiza, que todo lo enseña, impúdicamente, irreverentemente.
Si desapareciera este chip “místico” para siempre, y no sólo a ratos, la robotización destructiva sería inevitable: caída vertical en las profundidades abismáticas de la socialización selvática y amazónica –lo que hay, lo que me rodea-: ojos por ojos, dentaduras por dentadura, golpes por golpes.
Bueno, deslizamiento a favor de la pendiente, qué más da hacia dónde nos deslicemos. Dejarse llevar por la corriente también tiene su qué. Tao selvático: me observo como a un extraño mientras le río las gracias a no sé quién, o mientras le miento a mengano, o le doy la réplica a zetano en su ojo bueno, o cometo un admirable y altruista acto de ayuda a sutano, todo ello sin controlar, sin decidir, sin “crítica mística, o lúcida”, dejándome deslizar por el lugar de menos resistencia. Y observando el espectáculo. Soy espectador y actor al mismo tiempo, el papel es unas veces mejor y otras peor….
cáspita, de nuevo funcionando la piedra filosofal…
El espectador es a su vez observado con curiosidad inocente, infantil.
Nuevos pecados.
A veces entiendo la sonrisa del buda.

Y mientras... me acarician el rostro las hojas de Otoño en su vuelo...

domingo, 13 de febrero de 2011

Reflexiones desde el margen # 9

Plaza de Tahir, 12 de Febrero

Una imagen: sábado 12 de Febrero: cientos de personas reconstruyendo la Plaza de Tahir, trozo de baldosa a trozo de baldosa, aglutinados y movidos por una misma fuerza, primigenia, originaria, atávica, muy anterior a lo infantil. Un renacimiento de la auténtica democracia? No. Algo mucho más previo y básico. Organizados sin organizadores. Entendiéndose sin palabras. La sonrisa en los labios y la alegría emergente como géiser que surge desde lo profundo y oscuro. Un arpa en cada corazón, preñada de notas armónicas con las de los demás. Ni una sóla atonía. Y todos agachados, recomponiendo cada centímetro...
Sobrecogedora imagen. ¿No intuís un atisbo, un brote, de inocencia primaria, original?. Esa inocencia anterior a la era del ego; inocencia que es potencia, sin miedo, toda libertad, sin angustia -sin angosturas-, plena de espacios abiertos.
Cuánto durará la música, antes que aparezcan las primeras notas desafinadas y todo se convierta en ruido?
Un retoño en un erial seco, una preciosa burbuja... de vida fugaz. Lástima.

lunes, 7 de febrero de 2011

Reflexiones desde el margen # 8

La alegría y otras emociones

Alegría, como fumarolas submarinas, abisales. No está mal. La alegría, como la melancolía o la ansiedad, es un estado de ánimo oscuro, de profundas raíces que se adentran en la conciencia/materia que somos, funcionando como una vía de subida de lo oscuro a lo claro. Me explico. Creo que la alegría funciona siempre de abajo arriba. Reacciones químicas, consecuencia de reacciones químicas, consecuencia a su vez de otras reacciones químicas –así hasta no acabar-, en el seno de ese mundo oscuro que es la intimidad de la materia,  tienen como consecuencia, de forma caótica, sin orden, sin propósito,  el desarrollo de una conexión con la superficie, una especie de emergencia, abriéndose un puerto in/out hacia la propia percepción y, por tanto, el yo y el otro. La percepción es de placer, expansión, gozo. A la percepción se le asocia inmediatamente una causa. Se le inventa una causa, sobre la marcha, ya que estamos diseñados para construir un mundo habitable, comprensible, computable, asociando vínculos entre significantes y significados. Y también comunicable. Lo que no tenía propósito ni causa, ahora ya forma parte de un relato, que será también el relato de otros. De esta manera el hombre construye la historia. Lo oscuro emerge y se transmuta en algo que nada tiene que ver con el inicio de semejante movimiento. Así nace también el tiempo, consecuencia de la enumeración consecutiva de las percepciones.
¿Existe una manera diferente de actuar ante ésto? Puede. Parece imposible o al menos improbable que uno pueda gobernar el proceso caótico interior, el hardware y sus emergencias. Sería como pretender ver el reflejo propio en la superficie de un estanque de aguas tranquilas, estando sumergido en su interior. Pero uno puede observar, sin actuar, todo el proceso. Se abren nuevas expectativas, posibilidades. Dejar ocurrir, sin intervenir. No dar el siguiente paso, es decir la interpretación a partir de la percepción, la invención del mundo habitable y seguro. Hacer esto nos aleja de la realidad, nos hace vivir en un mundo inventado de ficción. No hacerlo, nos acerca al margen, justo desde donde asomarnos al espacio profundo del mundo previo a las palabras.
Mientras, mirad... las hojas caen una tras otra...

Reflexiones desde el margen # 7

Vivir al pairo

Vivir al pairo, sin pretender captar el instante. No hay instantes que capturar, sólo esperar alerta el buen viento, con los aparejos listos. Quizás así uno consiga conjurar el hechizo que llamamos tiempo.

A veces me funciona la abstracción, el alejamiento real, deslizándome a la parte de mí más originaria: el espectador silencioso multidimensional, sin edad, sin tiempo y sin porqué.

Sólo a veces...

...mientras me envuelve la fragancia de las hojas de invierno, recién caídas, humedecidas por la lluvia.

jueves, 13 de enero de 2011

Reflexiones desde el margen # 6

La forja de la identidad

Una bobada esto de ser forjador, creador y señor de uno mismo: crees habitar un pequeño terrenito y aspiras a ser un gran terrateniente, gobernador de una enorme hacienda, envidia de vecinos; un sitio donde levantar vallas, establecer aranceles, aduanas fronterizas, normas de conducta inquebrantables so pena de castigo ejemplar. Para ello refuerzas tus armas ofensivas y defensivas, endureces a fuego tu voluntad como principal instrumento y proclamas con voz altanera: ¡debo ser YO MISMO! Toda una misión, una aventura magna, inconmensurable, heroica. Serás admirado aplaudido y envidiado. Pero no hay de qué preocuparse, tienes armas poderosas con las que combatir al enemigo, porque, si no, ¿qué clase de terrateniente serías si no puedes defender las fronteras de tu propiedad?...
Qué hartazgo.
¿Crearse a sí mismo? No. Quizás abrir puertas y dejar que el complejo sistema de paradojas que soy/somos funcione sin gendarme, convirtiendo todas esas pequeñas reacciones químicas en palabras, en lenguaje, para, de alguna manera, llegar a un sitio no visitado, en el que el mismo lenguaje es superado por algo más previo, atávico, originario. Avanzar para retroceder. Y, en el mismo extremo, girar en un mismo punto, para no moverse de donde empezamos. Entre medias, la ilusión de identidad se desvacece.
Crear orden en el caos, o recrear el caos dentro del orden. Aprender a vivir en el filo, alerta, en ese lugar donde ya no existe el orden, porque no hay nada que temer, donde los aranceles y aduanas han desaparecido y el sentido de propiedad ya no tiene sentido, porque ya no es necesario ningún sentido para nada.
Un mundo sin conceptos –esas pequeñas cárceles-, en el que las palabras –los carceleros-, sean barridos como el viento se lleva la hojarasca. Un mundo que descubrir juntos, sin armas, sólo con miradas, roces de manos, música añorada. Un sitio que recorrer en el que yo me fundo en tí y tú en mí, un sitio donde desaparecer en el otro, donde la identidad es algo que ya no se conoce, donde ya no se odia a nada ni a nadie por que el miedo ya se fue. Y quedarse allí, quedarse aquí. Allí, aquí, no existe diferencia. Tan sólo el obstáculo para la reunión intuida es un espejo, una propiedad, unas vallas….. mientras nos fundimos con las hojas doradas desprendidas de los árboles, en su zigzagear mecidas por el viento.

lunes, 10 de enero de 2011

Reflexiones desde el margen # 5

Bla, bla, bla

Tedio, levedad, indolencia, desgana, desconexión interior, abotargamiento de los resortes biológicos de la unidad cuerpo/espíritu –pura biología-, inaccesibilidad al funcionamiento vegetativo/automático/mental, ignorancia puntual, pues. Imposibilidad de teclear el “enter” de la mística interna de uno. Opacidad. Ausencia de creatividad, que es el fruto del silencio alerta.
No experimento silencio, sólo oigo un bla-bla-bla en la cabeza aturdidor, inconexo, autocomplaciente. Dejo que suene como le de la gana. Me da igual.

Poca cosa, en definitiva, en el día de hoy....  mientras veo caer las hojas

domingo, 9 de enero de 2011

Reflexiones desde el margen # 4

Fluidez e inocencia

La fluidez y la inocencia. ¿Cómo hacerlos compatibles con un “estar a salvo”? Me refiero a estar a salvo de mal entendidos, sobreentendidos, prejuicios… todo aquello que hace imposible una relación con los demás basada en la sinceridad, en la autenticidad en la expresión, en la verdadera comunicación. Innumerables escollos que impiden una mirada limpia, una relación limpia. Demasiado ruido en las cabezas, un parloteo interminable metomentodo y alcahuete, adulterador, tergiversador, trabucador, interesado, cínico y malintencionado.
Callarlo es posible. La consecuencia es descubrir que detrás de la canalla neblina cegadora existe vida, que por encima de la espesa capa de nubarrones brilla un limpio cielo azul.
El precio es la soledad. Es lo que se paga por volver a ser niño, porque ya nadie te acompaña, estás sólo. Cuando eras cronológicamente niño todo era más fácil, todo el mundo era como tú, mejor dicho: todo el mundo eras tú. Imposible estar sólo, la comunicación era directa, sin necesidad de mecanismos intermediarios corruptores, la fluidez y la inocencia eran no sólo posibles sino que eran la herramienta vital natural.
Hoy visito los parajes de mi niñez, de mi nueva niñez, de mi adulto-niñez, y sólo veo fantasmas. Volviendo-siendo-sin dejar de haber sido nunca, bajito como un niño, veo desde muy alto, y no veo a nadie a mi lado bajito como yo, sólo veo angustia y sufrimiento en los que oigo respirar de cerca, odio y frustración, sólo ceguera y hambre de justicia, una justicia que, obviamente no les llega, porque no comprenden que en el mundo real, el de los niños, no existe justicia, que es un invento de gente muy lejana de la pureza de los orígenes, de gente que ha crecido olvidándose que un día fueron reales. El mundo real carece de palabras inventadas: justicia, orden, derecho, beneficios, prioridades… conceptos sacados de no sé qué giro corrompido de la evolución social heredable de una generación a la siguiente, durante milenios, hasta llegar a nosotros. En el mundo real se ve tan claro que no hacen falta jueces ni juicios, orden y ordenanzas. Pero vivimos una farsa aburrida, una mala opereta. El acceso a lo real lo destruimos hace tiempo, dedicándonos a vivir una vida prestada de mal guión de pastiche. Eso sí, queremos justicia, ¡tenemos derecho!, ¡debéis haced esto y aquello por mí, no penséis ésto sino lo de más allá!… y bla, bla, bla, la cotorra prosigue con su cháchara parlanchina sin cesar, bajo los focos de teatro barato, delante de un público sordo, ciego, con los cerebros paralizados por sus respectivas cotorras, generando un ruido ensordecedor, generando toneladas de angustia, de pánico, de miedo, de aturdimiento, de muerte.
A Buda, Cristo, gente extraordinaria, les gustaba la presencia de los niños. Sin duda ellos eran niños. Pero no les predicaron a ellos, sino a la gente del teatro, de la vida irreal, a la gente que necesitaba volver a recuperar el silencio, el sueño limpio, la vida perdida. A los niños les hablaban como a iguales, con el lenguaje no corrupto de la fluidez y la inocencia.
Volvamos a ser seres fluidos, dúctiles... porque mirad allí... las hojas siguen cayendo.

sábado, 8 de enero de 2011

Reflexiones desde el margen # 3

El odio y otras emociones

Odio. No es un sentimiento, es una solución, una herramienta, la solución de los mediocres. Seres incompletos entre la propia ausencia y la extrañeza provocada por los demás. Un arma bien calibrada defensora de la fortaleza del yo pétreo e involutivo, que vive sólo para autoperpetuarse. El yo no es la identidad. La identidad está bien -siempre, claro, que uno se la tome a broma-. El yo es más bien un producto de la evolución, en forma de conductas, automatismos, respuestas programadas ofensivas –siempre ofensivas, hasta cuando parecen defensivas-, cuyo único objetivo es la autopermanencia inmutable. Un experimento de la evolución que parece haberse refugiado en un lugar al margen de la propia evolución -que es continua contingencia/emergencia/cambio dentro de lo plural y lo diverso-. Cuando la unidad –materias trascendentes y conscientes,- se reduce al yo, éste es el que impone sus cobardes reglas, siendo su más mortífera herramienta el jodido odio, basado como digo en la cobardía, la desconfianza, la suspicacia contra, sobre todo, lo semejante, lo que amenaza con su simple existencia la exclusividad propia. O sea, contra los demás. Aplastar de alguna forma al otro de una u otra forma, parece la única manera de perdurar.
Este es el pan nuestro de cada día.
Bregar con ello me produce a ratos cierto tedio, cansancio.... mientras las hojas continúan cayendo.