sábado, 8 de enero de 2011

Reflexiones desde el margen # 3

El odio y otras emociones

Odio. No es un sentimiento, es una solución, una herramienta, la solución de los mediocres. Seres incompletos entre la propia ausencia y la extrañeza provocada por los demás. Un arma bien calibrada defensora de la fortaleza del yo pétreo e involutivo, que vive sólo para autoperpetuarse. El yo no es la identidad. La identidad está bien -siempre, claro, que uno se la tome a broma-. El yo es más bien un producto de la evolución, en forma de conductas, automatismos, respuestas programadas ofensivas –siempre ofensivas, hasta cuando parecen defensivas-, cuyo único objetivo es la autopermanencia inmutable. Un experimento de la evolución que parece haberse refugiado en un lugar al margen de la propia evolución -que es continua contingencia/emergencia/cambio dentro de lo plural y lo diverso-. Cuando la unidad –materias trascendentes y conscientes,- se reduce al yo, éste es el que impone sus cobardes reglas, siendo su más mortífera herramienta el jodido odio, basado como digo en la cobardía, la desconfianza, la suspicacia contra, sobre todo, lo semejante, lo que amenaza con su simple existencia la exclusividad propia. O sea, contra los demás. Aplastar de alguna forma al otro de una u otra forma, parece la única manera de perdurar.
Este es el pan nuestro de cada día.
Bregar con ello me produce a ratos cierto tedio, cansancio.... mientras las hojas continúan cayendo.

2 comentarios:

  1. El odio y la cólera son las peores de todas las emociones.
    Nos disminuyen la capacidad de razonamiento. La necesidad que tiene el ser humano de reaccionar frente al peligro. Peligro de que y de quien, de la simple existencia del vecino, por ser diferente, autosuficiente, por no seguir los cánones establecidos...

    Un abrazo.

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  2. Curiosa subclase de emoción el odio. El odiador -el que sufre de odio-, está dominado por el miedo, fracturado, esclavizado por el mecanismo más cobarde y necio del yo autocontemplativo. El que supere ésto, no puede sentir más que compasión por el odiador, aunque sea él mismo objeto del odio

    Muchas gracias por tu comentario
    Un abrazo

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