lunes, 28 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 15

Lo haré mañana...


Postergar: Lo haré mañana. Mañana lo conseguiré. Cuando se den las condiciones adecuadas será el gran momento. Confeccionaremos por supuesto un completísimo y ordenado sumario de condiciones necesarias, clasificadas por prioridades.
Mañana o dentro de tres meses, o tres años –mejor proponerse metas lo más lejanas posibles, aconsejable-.
Mañana.
Hoy no.
Hoy no se dan las condiciones.
Y el gran prestidigitador, el mentiroso que tenemos dentro, el que llamamos yo mismo, sigue actuando, haciendo trucos y juegos de magia consigo, para engañar a su propio público, inventándose el tiempo, convirtiéndolo en carcelero, susurrándonos sonidos como "mañana", "no", "desconfía", "miente", "eres inocente", "tú eres mejor", "grita tú más"... 
El gran prestidigitador es el gran mentiroso, el gran perezoso, y sobre todo el gran miedoso. Qué miedo de los otros prestidigitadores. El miedo se convierte en envidia, la envidia en juicio, el juicio en sentencia, la sentencia en golpe, o en otro truco, que provocará en el prestidigitador objeto/prójimo y próximo un arrebato en forma de envidia, la envidia se convertirá en juicio, el juicio en sentencia...
Pero no importa que estar atrapado entre tanto truco cree un poso fangoso bajo el agua cristalina de la conciencia, un ruido de fondo siempre presente, la angustia, soterrada, activa, la sorda sensación, casi táctil, de no tener salida. Cuánta angustia. Se respira en el aire. Rodea a la gente como un gas cálido y denso. Es agotador ver semejante espectáculo, y poder sólo constatarlo, documentarlo.

No importa, digo, porque siempre queda el mañana.

Tengo que hacer planes para mañana, por que, claro, entendedme, hoy no se dan las condiciones.

Notita al final: rebeldía lúcida, dignidad desnuda, creatividad, honor, cierta mística... recetas contra la inacción y la cobarde inercia. Ya hablaremos de ello, porque...
...miradlas, las hojas de Otoño siguen cayendo... alfombrando el suelo de cobre y oro...

jueves, 17 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 14

Libertad y rebeldía

El hombre, malparido por el universo, producto de él, fracturado de él, gestado en su infinito vientre multíparo, hecho del mismo barro vacío que las estrellas, retorciéndose palpitantes en la oscuridad impenetrable de su naturaleza las mismas causalidades originarias... es un ser caído y abandonado a su propia mismidad, a la materialidad impúdicamente consciente, absorta y pasmada, condenado a ser libre, doliente de libertad, sangrándole la libertad como una herida de guerra. No hay escape a la libertad, ella es el hombre, y ella es la consecuencia de la aparición de la conciencia, de la débil luminaria ante el cáliz. Perdido en el mundo, vive el hombre a la interperie, al pairo (ya he hablado de ello antes, por ahí). Imágenes, dioses, mundos cálidos y seguros en los que guarecerse, donde encontrar brújulas que prometen rumbos fijos, finales felices... son imágenes soñadas, espejismos de frescos y verdes oasis en el desierto. "Estar aquí" y la libertad, son el alfa y el omega; después, y sólo después, en forma de derivada, viene todo lo demás: la angustia lacerante, moneda de cambio corriente en todo el orbe, angustia opresora ante el desamparo de la intuición inefable, angustia creativa, angustia sublimada en obras de arte eternas, en poesía inmortal, angustia destructora, angustia hacedora de dioses abrazados por cientos de millones; la huida cobarde, la pobre huida, la huida del herido y tambaleante, la huida del actor moribundo; el engaño, el ardid seductor del mundo falso, a medida, la argucia tramposa de la promesa, la falsa vida; el miedo seco, amargo, el miedo a la desaparición, al olvido, a la ausencia, a la soledad, al dolor, a la libertad, a "estar aquí"; la debilidad, la maligna debilidad, fuente de todos los actos execrables, dañinos a nuestros semejantes;.... la rebeldía sagrada, rebeldía grande, rebeldía valiente, rebeldía digna... fuerza humana, trágicamente humana de mantenerse en pie y erguidos en el páramo ventoso, única forma de preñarnos de amor, fuerza vital que nos convierte en guerreros, en soldados que enarbolan la lucha como principio de vida, en motor de los actos, en estar aquí y querer estar aquí, en saberlo, desnudando el pecho y enfrentándolo al viento, bien anclados los pies en el polvo del suelo. Rebeldes al engaño, al miedo, a la huida, a la angustia cegadora, a la maldad del cobarde, a la debilidad del injusto, manteniéndonos despiertos y alertas... mientras la pequeña luminaria nos ayuda a intuir lo que las palabras no pueden controlar...

martes, 15 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 13

Niñas y ancianas

La luz oblicua del sol, tímida aún, sólo tibia, jugueteaba con mi rostro esta mañana, en la esquina del salón de la cafetería, tamizado por los cristales de colores del ventanal contiguo, calentando con lentitud mi piel, apacigüando mi espíritu, dulcificándolo, aquietándolo hasta el nivel del silencio, donde los colores son más brillantes, los sonidos viajeros más cristalinos, las cosas y las personas más presentes, la sensación de pertenencia al mundo más palpable; ese estado en que las barreras entre el mundo y uno mismo se desvanecen con docilidad, sin lucha, sintiéndote como soplo de aire en el aire.
La vista, sin dueño, se posaba ora en el café, ora en el libro sobre mis manos; la mente volátil...
Entre los bailarines y caprichosos sonidos de la cafetería, comenzó a cobrar corporeidad las voces de una reunión de personas cerca de mí, hasta el punto de empezar a funcionar de forma automática el aparato cognoscitivo anexo, postizo, que todos llevamos encima, traduciendo en mensaje, en comunicación, los bellos sonidos de sus voces. De espaldas a las voces, entendí que se trataba de un grupo de ancianas, no menos de 6 ó 7. Un indiscreto y tramposo vistazo fugaz al espejo de la columna desveló sus realidades. En efecto, la más joven tendría no menos de 75. La más anciana, encorvada en su silla de ruedas, los ojos clavados en las demás, una sonrisa microscópica en sus comisuras, ni imagino la edad que podría llegar a tener. Organizaban una próxima cena. Reunirían a nietos, biznietos, hijos, cuñadas y yernos. Los ojos de todas ellas ardían de alegría, de energía, de expectación, de promesa. Todas participaban con absoluta entrega y compromiso. La más anciana presidiría la mesa, todos los roles y papeles distribuidos y ordenados, la compra ya hecha, el menú preparado... Unidas por su pasado, por su presente, por la inmensa densidad vital en la que estaban sumergidas, por un mismo latir de sus corazones.
Les arrebataba miradas ladronas a través del espejo, y veía a niñas de colegio, organizando una fiesta, con la fuerza nuclear de la inmortalidad sobre sus cabezas. Las niñas se convertían en adultas compartiendo pequeños y profundos secretos de mujer, en ancianas, en niñas otra vez. Y cuando ya no fueran tal cual son ahora, dentro de millones de millones de años, las veía en el interior de nuevos soles, para ser, de nuevo, quién sabe dónde ni cuándo, ahora quizás, aquellas niñas del hambre.
No pude aguantar más, me atrapó el miedo a no tener miedo, y me levanté.
Al pasar al lado de ellas, la más anciana de todas, desde el mundo torcido de su ya rígida cabeza ladeada, me miró con la mirada del mar profundo, y la sonrisa microscópica de las comisuras de los labios floreció en sonrisa franca, para mí, sólo para mí.

Benditas sean.

Bellas hojas de otoño que vuelan para nosotros, regalándonos su luz dorada.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 12

Miércoles de ceniza


Memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris...”

Dinamitemos la gramática:

Antes de nacer fui polvo. Después de morir seré polvo de nuevo.


Antes de nacer soy polvo. Después de morir soy polvo de nuevo.


Antes de nacer es polvo. Después de morir, es polvo de nuevo.


Antesahoradespués es polvo. Antesahoradespués es polvo de nuevo.

Gramática sin yo, aproximaciones al origen.

El polvo, organizado en conciencia, creado por el cosmos, observa al cosmos. El cosmos se observa a sí mismo, bromea consigo mismo. El cosmos, (“lo que hay, en vez de no haber”), se reinventa en raras concreciones, se hace carne y sentidos... a través de los cuales se multiplica infinitesimalmente, se fractura en infinitos trozos (que se extrañan entre ellos, que se preguntan de dónde vienen y a dónde se dirigen), para reencontrase, para reconstruirse, en un juego circular, sin bordes, sin centro. El cosmos juega con el cosmos.
Dónde está la muerte en todo ésto. Dónde está el nacimiento en todo ésto. Parece una broma.

domingo, 6 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 11

La huida, la fisura, el regreso al origen

Hay muchas maneras de no vivir, una es la huida, la huida a la vida de otro. Otra, más sutil, es la metamorfosis: convertirme en otro. Muchos, así, se convierten en nómadas de vidas ajenas, o en soñadores de otras vidas. Lo contrario tampoco es escaso: adoradores del tótem del ego, azuzadores del fuego que funde el oro con el que se creará el becerro, ídolo que vivirá por mí. A cambio exige poca cosa, escaso vasallaje: lucha sin cuartel a ídolos vecinos, así como la voladura de todo acceso a una vida nueva, con nuevos sentidos.
Egolatría, huida, variaciones de la misma melodía, sólo instrumentos distintos. La era del yo.
Es conveniente ser sensible a ésto. Estamos continuamente manipulados por una criatura de la evolución natural que llamamos yo. Nos inflige sutil tortura y es fuente de angustia y engaño. Su única función, en el pasado, fue la lucha por la supervivencia. Hoy, sus restos han adquirido autonomía y sólo sirven a su propia permanencia, a su hegemonía. Se ha arraigado en su propio caldo de cultivo, cobrando fuerzas nuevas y siendo el artífice de todas las vidas, solitarias, absolutamente incomunicadas.
Pero, ojo, los trucos que componen el núcleo operativo del “yo mismo” son inagotables. Intenta combatirlo, y lo harás más fuerte. Intenta engañarlo, y lo harás más fuerte. Intenta obviarlo, y lo engordarás. Intenta desconectarlo, y oirás risas lejanas en algún recóndito lugar de tu cerebro. Finge desinterés y estarás aún más atrapado. Decía Watts que luchar contra él era como intentar elevarse tirando de los cordones de tus propios zapatos. Ingenioso Watts.
Y es que el ego es como mi apéndice cecal. Supongo que en algún momento de la evolución de nuestra especie habría tenido alguna importancia estratégica en la defensa inmunitaria desde el tracto digestivo. Hoy sólo es una molesta fuente de problemas.
Existe una identidad más allá del ego, quizás muchas identidades, quizás algo que va mucho más allá de lo que entendemos por identidad, una existencia nueva, una nueva comunicación solidaria entre todos. La superación de diferencias por la simple constatación que somos lo mismo. Punto de partida: son mucho más numerosas las semejanzas que las diferencias entre todos nosotros. Las diferentes culturas son variaciones de un mismo fenómeno previo a todas ellas y, por supuesto, común. Esto es lo que me hermana con un nepalés, un mongol, un nigeriano, o con el vecino de la puerta de al lado. No significa ello, sin embargo, alguna forma de clonaje. No somos clones. Somos variaciones, algunas de ellas excepcionales –piénsese en Bach, Jesús, Buda, Cervantes- de lo mismo, es decir, la diversidad dentro de la unidad, o al contrario, como se desee. En el interior de cualquiera de nosotros dormitan los mismos resortes que hicieron levitar a Santa Teresa, o llevaron a la cruz a Jesús de Nazaret (con toda la humanidad doliente en su corazón).

La auténtica globalización, la que está aún por venir, nacerá de una mirada nueva: mirar como mira un niño pequeño, sin conceptos previos, sin palabras previas. Conceptos, palabras, pequeñas cárceles para la experiencia. Un niño mira y vive, al mismo tiempo, sin fisura entre la experiencia y lo experimentado. Cada vez que mira la luna no ve “la luna”, sino una luna nueva, una experiencia nueva, recién nacida, bullendo, por tanto, emoción y sorpresa sin límites. Cuando crecemos separamos la experiencia de lo experimentado, y aparece el yo, el gran divisor,  el gran prestidigitador, sacando de su chistera conceptos, medidas, que son las que vivirán por nosotros, creando un telón de fondo hecho de palabras, imágenes prefabricadas y nos dirá: “ahí tenéis el mundo, no miréis detrás, lo que hay detrás no os conviene”. Y nos dirá: “ahí tenéis vuestro público, actuad”. Ese es el momento de la aparición de la angustia, moneda de cambio común en occidente, del miedo a no tener miedo, del apego a lo pequeño, de la dependencia, de los pequeños amores y grandes odios…

Vivan los poetas verdaderos, seres extraños que, usando las palabras, entre ellas, a pesar de ellas, hacen desaparecer la fractura esquizoide que tenemos todos en nuestras almas escindidas, acercándonos un poquito al olvidado origen, donde éramos completos, donde todo era, cada vez, nuevo. Los poetas nos enseñan a despertar a una nueva conciencia. Son los únicos que pueden preguntarse con verdadera perplejidad “¿quién es el poeta?”. Es entonces cuando el telón empieza a transparentarse, cuando las tablas del escenario, que parecían rígidas, se tornan blandas, cuando las luces de los focos se gelatinizan, cuando el público se desenfoca, cuando el actor deja de serlo… para ver con ojos nuevos, con ojos de niño, con ojos de hombre antiguo. La poesía nace y, con ella, todos nos redimimos un poco. El poeta mientras tanto, clavado en la cruz, dibuja una imperceptible sonrisa en la comisura de su boca.

Dejémonos llevar por los poetas, por lo absolutamente imprevisible, sorprendente, arriesguémonos a no tener miedo, y despertemos a una nueva conciencia. Pero no nos olvidemos que despertaremos entre dormidos, cada uno con sus pesadillas.
Y alerta. Hay mucho que sueña que sueña haber despertado.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Reflexiones desde el margen # 10

La intemperie

Vivir a la intemperie, difícil, inevitable para algunos, desde luego para mí.
Vivir sin protección, me he resignado, no  quiero vivir de otra manera, no sé vivir de otra forma, qué le voy a hacer. Condenación continua, salvación continua.
Vivir sin parapetos.


Automatismos, otra vez funcionando el piloto automático de las emociones, de la actividad cerebral. Es fácil acabar en esta situación pensando que la culpa de todo lo que nos sucede no es de ningún modo nuestra, sino del entorno, del vecino, del tiempo, de la mala suerte, de la “coyuntura”. No funciona el dispositivo multiespecular que todo lo relativiza, que todo lo enseña, impúdicamente, irreverentemente.
Si desapareciera este chip “místico” para siempre, y no sólo a ratos, la robotización destructiva sería inevitable: caída vertical en las profundidades abismáticas de la socialización selvática y amazónica –lo que hay, lo que me rodea-: ojos por ojos, dentaduras por dentadura, golpes por golpes.
Bueno, deslizamiento a favor de la pendiente, qué más da hacia dónde nos deslicemos. Dejarse llevar por la corriente también tiene su qué. Tao selvático: me observo como a un extraño mientras le río las gracias a no sé quién, o mientras le miento a mengano, o le doy la réplica a zetano en su ojo bueno, o cometo un admirable y altruista acto de ayuda a sutano, todo ello sin controlar, sin decidir, sin “crítica mística, o lúcida”, dejándome deslizar por el lugar de menos resistencia. Y observando el espectáculo. Soy espectador y actor al mismo tiempo, el papel es unas veces mejor y otras peor….
cáspita, de nuevo funcionando la piedra filosofal…
El espectador es a su vez observado con curiosidad inocente, infantil.
Nuevos pecados.
A veces entiendo la sonrisa del buda.

Y mientras... me acarician el rostro las hojas de Otoño en su vuelo...